jueves, 20 de septiembre de 2012

La traducción a paseo

Cuando entré en la redacción del periódico y me presentaron al jefe, pues, como que no me hizo muy buena impresión. Era bastante mayor que yo, e imponía un poco de respeto. Para mí era el primer trabajo con contrato: correctora y traductora.

Han pasado 20 años, y, aunque ya hace 15 años que se jubiló y yo cambié de empresa, todavía tengo muy vivas todas las experiencias y aprendizajes de entonces, y puedo decir que no pude encontrar mejor base profesional.

El jefe resultó ser un hombre excelente, muy buen profesional, muy buen maestro, y una persona de calidad humana infinita. Y, además, coincidencias de la vida, le encantaba caminar. A mí también.

Allá voy...

Íbamos en tren, y él bajaba una estación antes de la que correspondía para llegar al trabajo, para pasear entre montes y caseríos, hubiera sol o lluvia. Así que me sumé a la caminata, y durante cinco años aprendí muchas cosas sobre la traducción (y otras cosas, como identificar árboles cuando no tienen hojas, o buscar truchas, o esperar al martín pescador en el puente colgante, mientras echábamos un pitillo), y sobre todo aprendí que siempre estamos aprendiendo.